jueves, 14 de noviembre de 2013

La pelea del oso y el Turco Rosito

Escribo porque me gusta narrar historias. Pero además me encanta escucharlas. Una de las cosas que más me gustan de hacer estas crónicas es que la gente me cuenta cosas fantásticas. Hace unos días fui a la casa de una amiga, la que cuando me vio llegar enseguida llamó al marido para que me relatara la historia del tongo del Turco Rosito y el oso del circo, por si la quería usar para mi columna. Se agradece. 

Allá por principios de los ’70, llegó un circo a Colón. Traían un oso boxeador. El pobre bicho no era más que una mole imposible de derrumbar por su sencilla condición de oso, pero como si ser animal de circo no fuera tragedia suficiente, a éste le calzaban un par de guantes y lo llamaban "boxeador”.

La idea surgió, como no podía ser de otro modo, en una mesa de club. ¿Dónde si no?. Hacer una pelea entre el oso y el turco Rosito, un personaje del pueblo, de ésos que sólo en los pueblos puede haber. Y de paso hacer un mango, más vale. Y allá partieron los ideólogos a hacerle la propuesta al dueño del circo. Por lo visto ya el negocio circense estaba en franca decadencia, porque éstos venían medio empobrecidos, así que el dueño escuchó atentamente. Los de la idea se ocupaban de convencer a Rosito (que todavía no tenía ni la menor idea de lo que se planeaba), y hacer que la gente fuera a ver el espectáculo. Y la entradas irían mitad y mitad entre ellos y el circo. Eso último al señor cirquero no le gustó nada, y argumentó que ni cuando había peleado Martín Karadagian se había llevado tanto. Los muchachos doblaron la apuesta: si el circo se llenaba, la cosa era al 50 % y ni un peso menos. Pero de lo contrario, el circo no le tendría que pagar absolutamente nada.

Llegado el día de la función, la platea se caía de gente. Pusieron sillas en los pasillos, había gente de pié, una verdadera muchedumbre. Estaban desde el intendente hasta la hinchada de barracas a pleno.

Sale a la pista el oso. Sale la pista el Turco. Comienza la pelea. Arde la tribuna. El Turco le pone una zurda al oso. El oso pierde el equilibrio y cae al suelo. La gente delira y declara vencedor al Turco Rosito. El dueño del circo, megáfono en mano, protesta a los gritos que así no vale, que el oso se había caído, que no era legítimo, pero que barbaridad. Que si que no, la hinchada de barracas copa la pista a pelear el triunfo limpio e indiscutible del colonense.

Finalmente, tras mucha batahola, se llega a un acuerdo. El circo declaraba vencedor a Rosito, si éste se comprometía a la revancha al día siguiente. Pero claro que si como no. Y de vuelta el circo lleno la siguiente función.

Quién puede creer que un tipo va a voltear a un oso de una piña? Como en todo buen espectáculo, la consigna en éste caso parecería ser: "mentime que me gusta, pero eso sí, mentime a lo grande".
Cuentan los que saben que en cierto momento del show los acomodadores empezaron a mover a la gente que estaba en una parte al costadito de la pista. Es que en ese rincón estaba el domador, que manejaba al oso con una cadena. Como las pistas de los circos se arman con bloques, (unas especies de grandes cajas cuadradas), en una parte de la pista los habían acomodado de forma tal que quedara un hueco. En el momento que Rosito le da la piña al oso el domador lo jala para atrás con la cadena, el oso mete la pata en el hueco, pierde el equilibrio y cae.

Menos para el oso, hubo ganancia para todos. Los "ideólogos" y los del circo fueron a 50 y 50 . Supongo que el Turco Rosito, además de la fama y los aplausos, habrá ligado algo un poco más consistente. Y el pueblo entero se divirtió barato y se hizo de una anécdota que treinta años después todavía es digna de ser contada.

Fuente: Face Gente de Colon/Bolichito de Genoveva

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